Patinir, Joachim
Nacido a las orillas del Mosa, es considerado como el primer paisajista flamenco.
Sus amplios paisajes, muy característicos, presentan horizontes altos con extensas campiñas en las que destacan macizos de rocas puntiagudas, de carácter fantástico, mezclándose lo real y lo simbólico.
Sus temas son un mero pretexto para desarrollar el paisaje que se convierte en el protagonista principal de sus composiciones. Se piensa que pudo trabajar primero en Brujas, en donde conoció la obra de Gérard David y en 1515, al igual que éste, aparece citado como maestro en Amberes. Fue precisamente en esta ciudad donde conoció a Alberto Durero, durante su viaje por los Países Bajos (1520-1521) y se inició su amistad. El propio Durero le haría un retrato e incluso asistió a la boda de su hija.
Aunque se le han atribuido obras de dudosa calidad que no le pertenecen, deja una producción reducida, dada su corta vida. Alcanza gran fama especialmente por sus últimas obras, tanto por su maestría de ejecución como por su creatividad.
De ello dan fe los elogios de sus contemporáneos. Sabemos que Durero en su Libro de viaje le califica como "buen pintor de paisajes".
En 1540, Felipe de Guevara, amigo y consejero artístico de Carlos V y más tarde de Felipe II, en sus Comentarios de la pintura, le cita entre los tres más grandes pintores junto a Rogier van der Weyden y Jan van Eyck.
Su pintura tuvo también gran interés para el mercado artístico. Pensemos que en Amberes, durante el siglo XVI, se trabajaba no por encargo sino para compradores que buscaban la obra terminada.
Su estilo desde los comienzos está influido por El Bosco, aunque sin alcanzar la fuerza satírica del gran maestro, y en menor medida por Gérard David, de quien tomará la perfecta ejecución y quizá también el gusto por el paisaje.
El Museo del Prado conserva, procedente del monasterio de El Escorial, uno de los conjuntos más importantes de sus obras, fundamentales para conocer el estilo de este maestro: el San Jerónimo, con un bello paisaje en una gama de verdes; El descanso en la Huida a Egipto, con un especial desarrollo de la vida rural; Las tentaciones de san Antonio Abad, en cuyas figuras interviene Massys, así como el incomparable paisaje de
Desarrolla una imaginación poética que le permite expresar un mundo idealizado o patético con profundo sentimiento. Todo ello con una técnica perfecta, con un magnífico estudio de la luz y las sombras, que en cierta manera anticipa a los grandes maestros holandeses del siglo XVII, con un excelente manejo del color en donde destaca la deliciosa gama de azules y verdes, que infunden novedad y un atractivo especial a sus obras
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