En una segunda generación, a mediados del siglo XVI, la escultura española se puede considerar manierista, especialmente por la insistencia en la expresión del pathos, la utilización de estructuras compositivas complejas como la serpentinata, el dramatismo y los gestos y movimientos apasionados, etc.
Aquí destacamos las figuras de Alonso de Berruguete y Juan de Juni. La figura indiscutible de este siglo es
Alonso Berruguete (1488-1561)
Hijo de Pedro Berruguete se forma en Florencia y Roma.
Su principal inspirador va a ser Miguel Ángel. Trabaja fundamentalmente en Valladolid.
Busca en sus esculturas movimiento y dramatismo a las que sacrificará todos los demás elementos.
Trabajaba deprisa, con fuego, con ímpetu y por ello deja a un lado la perfección.
El retablo más antiguo de Berruguete que conocemos es el de Olmedo, que actualmente está en el Museo de Valladolid.
También en este museo se encuentra el retablo de San Benito. Se componen de varias escenas en relieve y figuras de bulto redondo.
El San Sebastián, ofrece una mezcla de temor y de gracia que hace pensar en Donatello o en el joven Miguel Ángel.
Pero donde su sentido dramático se expresa de forma más aguda es en el grupo de El sacrificio de Isaac, inspirado en Donatello y Miguel Ángel, o en el San Jerónimo, cuyo arrebato místico alcanza alturas a las que sólo sabrá elevarse años después El Greco
También es destacable su trabajo en la Sillería del coro de la catedral de Toledo. Son figuras de santos y profetas que, arrebatados por una intensa vida interior, constituyen la galería de místicos más maravillosa producida hasta entonces. Labrados en madera sin policromía alguna, puede apreciarse en ellos la finura del modelado de que es capaz Berruguete.
Sus relieves son figuras huesudas, angulosas, gesticulantes y nerviosas.
Juan de Juni (1507-1577). Es de origen francés. También lo podemos inscribir en la escuela vallisoletana.
Para realizar el Santo Entierro invirtió cuatro años de maduración de la obra.
El artista es un enamorado de lo grandioso, más aún, de lo gigantesco. Sus personajes, de rostros anchos y hermosos, son siempre corpulentos.
El Santo Entierro, de bulto redondo, las figuras presas del más intenso dolor se retuercen en angustiosas actitudes en torno al gigantesco cuerpo de Cristo muerto, seis personajes concebidos para encajar unos en otros, rodean la composición.
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