jueves, 23 de mayo de 2024

ALONSO BERRUGUETE


 -Hijo del pintor Pedro Berruguete.

-Implanta en España las corrientes florentinas del manierismo, pero hispanizándolas.
-Forma junto con Diego de Siloé y Bartolomé Ordóñez el denominado grupo de las "águilas del Renacimiento español".

Alonso Berruguete nació en Paredes de Nava, en 1490, y murió en Toledo, en 1561. Fue hijo del gran pintor Pedro Berruguete. Estudió en Italia, donde copió obras clásicas y recibió la influencia poderosa de Miguel Ángel A su vuelta a España, lo vemos inmerso en los ambientes cortesanos, donde cultivó la pintura siendo protegido y agasajado con prebendas por el propio emperador, que lo nombró pintor de cámara en 1518, pero pronto se desentendió de él, porque no le interesaron sus pinturas de decoración al servicio real, y Alonso de Berruguete, dolido y desairado, montó un taller en Valladolid, donde sin abandonar la pintura se dedicó con más intensidad a la escultura de retablos, que entonces estaba en su apogeo. Trabajará siempre con mecenas de rango, bien de la nobleza, la banca o el clero más ilustre. A partir de este momento, se convierte en el gran maestro que desarrolla las posibilidades escultóricas de la ciudad de Valladolid y auténtico creador de su escuela. Era muy consciente de su valor artístico y su personalidad le llevará a buscar el ennoblecimiento, consiguiendo detentar el señorío de Ventosa de la Cuesta, un pueblecito de la Tierra de Medina, después de haber intentado el palentino de Villatoquite. Forma junto con Diego de Siloé y Bartolomé Ordóñez el denominado grupo de las 'águilas del Renacimiento español'. A pesar de que el primer foco dónde se desarrolle esta etapa del nuevo lenguaje, cada vez más alejada del quattrocentismo inicial, lo constituya Burgos, será Valladolid la ciudad que verdaderamente se erija en capital de la escultura castellana renacentista (con Alonso Berruguete como principal artífice y, años después, Juan de Juni), una vez truncada la escuela burgalesa, debido a la ausencia de Siloé y a la muerte prematura del joven Ordóñez. Berruguete gozó del prestigio con sus contemporáneos, tanto de los intelectuales interesados en el arte como de los propios artistas, que buscaban su contacto en el taller para aprender de él. Un rasgo de su modernidad de pensamiento es el valor que concedía al dinero y a su rendimiento económico, pues él mismo sacaba pingües beneficios de préstamos que concedía a alto interés. Su estilo supone la implantación en España de las corrientes florentinas del manierismo, pero hispanizándolas. Esta capacidad de síntesis le valió el reconocimiento de Castilla, aunque al principio tuvo que vencer las resistencias de una mentalidad acostumbrada al tibio italianismo de Bigarny. Una de sus primeras obras debe de ser el Calvario del retablo de Olivares de Duero (Valladolid), que muestra una interpretación dramática del tema, todavía con claros contagios goticistas. Su primera gran obra es el Retablo del monasterio de La Mejorada de Olmedo (1526), en la que destaca el ritmo frenético impuesto a las escenas de los relieves, con referencias a modelos italianos, interpretados a su aire. La culminación de su reconocimiento la alcanza con el retablo del monasterio de San Benito de Valladolid (1527-1532). En él compagina escultura y pintura dentro de un gran aparato arquitectónico decorado con grutescos. De este conjunto proceden sus creaciones más conocidas: El Sacrificio de Isaac, inspirado en Donatello; San Jerónimo; o el bello San Sebastián, que nos recuerda a los esclavos de Miguel Ángel.
A partir de este momento de triunfo, se abren las posibilidades a su taller, que interviene en la propia ciudad (por ejemplo, el Retablo de La Adoración de los Reyes de la iglesia de Santiago), en Salamanca (fachada de la Universidad y Retablo del colegio de los Irlandeses) y, a partir de 1539, sobre todo en Toledo, con el gran cardenal Tavera. En Toledo intervienen en la sillería de la catedral, eclipsando a su rival Bigarny. Une a su expresionismo un mayor dominio técnico tanto en los tableros en nogal como en los de alabastro. Culmina el conjunto con la espectacular silla arzobispal, de ritmos más elegantes. También hace para Tavera su sepulcro en mármol de Carrara, dejando en su efigie la interpretación más directa y espeluznante de un cadáver.

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