martes, 21 de mayo de 2024

FELIPE BIGARNY - DIEGO DE SILOÉ


 Diego de Siloé, hijo del maestro escultor de Amberes Gil de Siloé que realizó el magnífico retablo de la capilla de santa Ana, aprendió el oficio hasta que murió su padre en 1505, completando su aprendizaje hasta 1509 con el borgoñés Felipe Bigarny, que había realizado entre 1498 y 1503, tres de los cinco relieves que decoran el trasaltar de la catedral.

Diego era el más aventajado de sus aprendices, participando en la realización del nuevo coro de la catedral que dirigían Bigarny y Andrés de Nájera. Sin completar el trabajo, Siloé abandonó el proyecto por falta de pago, teniendo un gran pleito con Bigarny que desencadenaría en una fuerte enemistad, propiciando la marcha del aprendiz diez años a Nápoles para perfeccionar su talento. Pero tras su regreso de Italia, entre 1520 y 1525, la capilla del Condestable fue el escenario del duelo artístico de la escultura renacentista castellana entre Felipe Bigarny y Diego de Siloé.
Este último tras su llegada en 1519, comenzó a realizar la impresionante escalera dorada, finalizándola en 1523 con arquitectura y decoración inspirada en el renacimiento italiano de Bramante y de Miguel Ángel. La barandilla de hierro forjado la realizó el Maestro Hilario.
Simón de Colonia había terminado en 1496 la capilla de los Condestables y su hijo Francisco de Colonia, había realizado su sacristía en 1517. Íñigo Fernández de Velasco, tercer condestable de Castilla, traspasó a su hijo Pedro la responsabilidad de restaurar y conservar la capilla con Francisco de Colonia. En 1522, Pedro Fernández de Velasco, nombrado capitán general del ejército por Carlos V, tenía como escultor preferido de la familia a Felipe Bigarny, el más influyente de la escultura castellana de esa época, pero contrató también a Diego de Siloé, por el extraordinario trabajo realizado en la Escalera Dorada, en el nuevo estilo renacentista.
Al desmontar el primitivo retablo mayor de Gil de Siloé, parte de su antigua imaginería sirvió para decorar las claves de la bóveda de Simón de Colonia, aunque hoy esas imágenes son réplicas que se colocaron durante la restauración de finales del siglo XX, trasladándose al claustro bajo las originales.
Pero existen más restos, como parte del marco pétreo que encuadraba el retablo a los lados de la predela tras las columnas abalaustradas del primer cuerpo, así como el remate de la estructura del nuevo retablo, con el Cristo y los ladrones, y tras la Virgen y san Juan renacentistas, los restos de sus antecesoras de estilo tardogótico, que estaban integradas en el antepecho del triforio.
El diseño del retablo renacentista lo realizó Diego de Siloé, rompiendo con la tradicional retablística castellana, con un cuerpo principal diáfano, abovedado y grandioso donde se representaría la purificación como advocación de la capilla, con figuras casi a escala natural.
Los motivos decorativos de la mazonería del retablo son de inspiración italiana, combinándolos con las columnas abalaustradas del primer cuerpo de estilo castellano y con otros tardogóticos del primitivo altar o los doseletes que protegen la imaginería de la predela y del segundo cuerpo, de los que ya hablamos anteriormente.
Diego y Felipe, más que socios, fueron competidores debido a los antiguos pleitos que ambos mantuvieron. La mayor parte de la imaginería fue de Siloé, ya que Bigarny estaba ocupado en otros encargos.
La competencia comienza en la predela del retablo. A la izquierda hay una bellísima Anunciación de Bigarny, pero en el centro de la predela Siloé muestra una preciosa Natividad.
En la escena principal del retablo, representando la Purificación de la Virgen y la Presentación de Jesús en el Templo según San Lucas el duelo llega a su máximo esplendor, con dos grupos bien diferenciados. La Sagrada Familia a la izquierda, con una hermosa mujer en segundo término, que sostiene sobre su cabeza un cesto con dos palomas; todas las tallas con magnificas expresiones faciales y elegantes movimientos, junto al espléndido tratamiento de sus ropajes. El grupo de la derecha es de un Bigarny más detallista, representando al anciano Simeón y a la profetisa Ana, con gran realismo de rostros y tocados, pero con la rigidez tardogótica en el movimiento de las figuras y en el tratamiento de los ropajes.
Mientras que Simeón y Ana permanecen petrificados sin conseguir el aire renacentista, la Sagrada Familia es plenamente renacentista con un dinamismo que parece darlas vida.
El retablo se finalizó en 1525 con el dorado y policromía de León Picardo. La victoria artística fue para Diego de Siloé, pero la realización de la sillería y sepulcros se adjudicarían a Felipe Bigarny, el preferido de Íñigo, progenitor de Pedro Fernández de Velasco. En 1528, no viendo futuro en la ciudad por el acaparamiento de Bigarny, Diego de Siloé se trasladó a Granada donde triunfó con su corriente artística.

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